Una visita a la eternidad
LA CIUDAD DEL FUTURO
Betty Malz
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Betty Malz murió a las 5,00 de la madrugada y a las 5,28 retornó a la vida.
La sorprendente historia de una mujer que visitó el mas allá.
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INTRODUCCION
La experiencia de Betty como una versión moderna de la resurrección de la hija de Jairo relatada en el libro bíblico de Marcos 5:22-24;35-43, fue tan espectacular que tocaba lo increíble.
En el libro «Yo vi la Eternidad», Betty Malz describe su experiencia desde la otra parte de la línea divisoria de lo que solemos calificar «muerte», entonces continúa explicando la forma que regresó a su cuerpo en la cama del hospital, ante la sorpresa estremecedora de su propio padre y del personal del hospital.
«Tú transformarás la muerte en una experiencia de buenas noticias», su esposo John le dijo después de escucharla explicar su experiencia.
Este libro son buenas noticias para todos los que se sienten acosados por la muerte y le tengan miedo.
Hay ocasiones que Dios nos permite ver destellos de lo que ha de ser nuestro futuro.
La experiencia de Betty Malz es rotunda y determinante: «Sí, existe una vida después de la muerte». Más aún que esto, «Dios es real y tiene efectivamente el poder, hoy en día sobre la vida y la muerte».
Con todo y esto «Yo vi la Eternidad» es más aún, porque es la historia de como Dios trató a una mujer orgullosa, materialista y egoísta, quien tuvo que morir para aprender a vivir.
Aquí muestro un resumen del libro que relata la victoria del Señor, ganada en amor para la gloria suya y a favor de todos nosotros.
CATHERINE MARSHALL
Evergrenn Farm
Julio, día 5 del año 1977
... Puede ser que a su hija le queden solamente horas de vida.
Probablemente este es el mal menor que pudiera suceder.
Se sospechaba que el cerebro había quedado lesionado irreversiblemente y que alguno de los organos vitales comenzaban un proceso de gangrena.
De salvar la vida, explicó el facultativo, seguramente no podía quedar normal.
Cerca de las cinco de la mañana el telefono despertó a mi madre.
Sra. Perkins, siento tener que llamar a estas horas intempestivas, pero tengo malas noticias para Ud. Su hija Betty ha fallecido hace escasos minutos.
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La habitación parecía muy oscura y silenciosa. Daba la sensación de estar vacía.
Noté la ausencia de los aparatos que normalmente necesitaba Betty para las transfusiones.
Asustado miré detenidamente a la cama.
¡Betty tenía una sabana tapandole la cabeza!
Lentamente tuve que llegar a la triste conclusión: mi hija había muerto.
Me quedé sin saber que hacer por unos momentos.
Petrificado por el mismo frío reinante en la habitación.
Parecía como si se me hubieran helado los sentimientos y no pudiera exteriorizar emoción alguna.
Como un clamor, gemido o petición, me salieron las palabras que tantas veces pronunciaba en situaciones de necesidad: "Jesús .....Jesús .....Jesús ....."
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Los recuerdos de aquella tarde los tengo borrosos.
Apenas me quedó la imagen de una habitación llena de gente, mientras yo debía haber ya entrado en coma, también recuerdo haber recobrado el conocimiento.
Vagamente me di cuenta cuando mis padres abandonaron la habitación.
Tuvo que ser alrededor de las cinco de la mañana cuando las funciones vitales de mi cuerpo se detuvieron.
En este momento no había nadie a mi lado para poder avisar a los equipos de emergencia.
La experiencia de transición fue serena y apacible.
Me hallé caminando y ascendiendo una verde y hermosa colina.
Era empinada pero no se necesitaba esfuerzo alguno para subir.
Mi cuerpo entró en un agradable éxtasis y quedé inundada de paz.
A pesar de haber sufrido tres incisiones en mi cuerpo por las tres operaciones, me sentía sin de dolor, erecta, satisfecha de mi esbeltez y sin inhibición alguna.
Me contemplé a mi misma, vi mis pies desnudos pero la totalidad de mi figura quedaba desdibujada y descolorida. Sin embargo caminaba sobre el césped, una clase de hierba que nunca antes había visto.
Cada hojita, como de dos centimetros de largo, una igual a la otra formando una blanda alfombra semejante al terciopelo.
Como empujada por una brisa, la hierba se movía y al andar me comunicaba vida que percibía en cada paso que daba sobre la colina.
«¿Será esto la muerte?», me pregunté. De ser así, nada tengo que temer.
No había oscuridad, ni incertidumbre, solamente un cambio radical de ambiente y una sensación de total bienestar.
Entorno mío había un impresionante cielo azul en todas direcciones, sin una sola nube. Observando a mi alrededor no vi ningún camino o sendero, sin embargo parecía saber por donde tenía que ir.
Luego me di cuenta de que no caminaba sola. A mi izquierda, no lejos de mi, me acompañaba un ser alto, de aspecto varonil vistiendo una túnica blanca.
Pensaba que podría ser un ángel y traté de descubrir sus alas.
Mas él estaba de pie de cara a mi, flotando y no pude verle la espalda.
Me di cuenta de que aquel ser tenía la facultad de trasladarse de un lugar a otro sin andar y rápidamente.
No nos hablamos. Daba la sensación de que no era necesario, pues los dos seguíamos la misma dirección.
Al poco rato pude comprobar que la compañía me era familiar. El me conocía y yo me sentía identificada con él. ¿Dónde nos habríamos visto antes?
Realmente no parecía ser la primera vez en encontramos. ¿Hacia dónde nos dirigíamos?
Al andar juntos no vi el sol por ninguna parte y sin embargo había luz radiante por todos los lados donde alcanzaba mi vista.
A mi izquierda distinguí a lo lejos flores de diversos colores. También árboles y arbustos. A mi derecha había una pared de piedra muy alta.
Hacía años que había escalado hasta la cumbre el Paso de Logan, en el glacier del Parque Nacional, disfrutando del aire fresco, una vez habíamos coronado la escalada de la montaña con nieves heladas en la cumbre.
Recuerdo que allí también habían flores nacidas en medio de la nieve.
Mis piernas quedaban resentidas al coronar la excursión y sentía agujetas.
Pero esta escalada era diferente. Mis piernas no sentían cansancio alguno y la temperatura no molestaba en absoluto.
No había nieve, sin embargo parecía estar subiendo a gran altura.
Sin tener explicación del porqué, parecía ser primavera.
Mis emociones eran un conglomerado de juventud, serenidad, realización, salud, plena consciencia, tranquilidad.
Me sentía como poseyendo todo lo que había aspirado tener.
Como haber llegado hasta el fin de todas mis aspiraciones y deseos.
Aquella pared a mi derecha ahora era más alta, estaba hecha de muchas y diferentes piedras preciosas.
Una luz procedente de la otra parte de la pared hacía pasar los rayos a través de las piedras de color ámbar. Pensé que era topacio.
Me acordé de esto en la época que trabajé en la joyería Edwards en New Castle, Indiana, antes de casarme con John.
En el momento de alcanzar la cumbre de esta montaña, escuché la voz de mi padre invocando, "Jesús... Jesús... Jesús."
Sus palabras resonaban como viniendo de muy lejos.
Me sentí tentada a regresar para ir a su encuentro, pero no lo hice porque algo dentro de mi me decía que mi destino era otro.
Continuamos andando por nuestro camino en silencio, solamente podía escuchar el suave murmullo de una brisa que movía las vestiduras blancas del ángel que marchaba a mi lado.
Llegamos a una grandiosa estructura de plata. Era como un palacio con la única excepción de que no tenía torres.
Al entrar escuché voces. Voces melodiosas, en perfecta armonía, alternando con coros y destacando la palabra, «Jesús.»
Había más de cuatro grupos de diferentes voces.
No solamente escuché las canciones sino que me hallé cantando conjuntamente con los que las interpretaban.
Siempre he tenido un cuerpo marcadamente de mujer pero mi voz solamente se acoplaba a la de los varones por mi bajo tono.
De repente me di cuenta de que estaba cantando con la voz que siempre había deseado tener... con tono y claridad de una tiple.
Al cabo de un tiempo la música perdió su intensidad y las voces del coro invisible comenzaron otras canciones.
El conjunto, no solamente interpretaba a más de cuatro voces sino que eran varios los idiomas en que se expresaba.
Quedé maravillada de la perfección en que todo quedaba conjuntado, y lo más extraño, ¡les podía entender perfectamente! No sé como esto fue posible.
Nunca hallé una explicación racional a no ser que, de alguna manera, llegué a ser parte de una experiencia universal.
Mientras el ángel y yo caminábamos juntos, sentí que podíamos ir donde deseáramos y nos trasladábamos instantáneamente al lugar de destino.
La manera de comunicamos entre los dos era con la proyección del pensamiento.
Las palabras concebidas en cualquier idioma eran todas inteligibles, no sé como ni puedo explicar los detalles. Me daba la sensación de hallarnos todos en una onda universal.
En un momento pensé, «Nunca olvidaré esta melodía y estas palabras.» Pero más tarde solamente pude recordar dos términos: «Jesús» y «redimidos.»
El ángel dió unos pasos al frente y depositó una palma que llevaba en su mano sobre una puerta que teníamos delante y que no había visto hasta aquel momento.
Tenía como doce pies de altura (5mt), el material de la mísma era una sólida perla, no tenía abridor y estaba adornada con unos detalles semejantes al arte gótico.
La perla era traslúcida, de manera que se podía distinguir algo de la otra parte, pero no muy bien. Se notaba que la atmósfera interior era pura.
Lo miraba como en éxtasis y sentía el deseo y la alegría de penetrar dentro de aquella maravillosa mansión.
Cuando el ángel puso su palma encima de la puerta, apareció un abridor en el centro de la misma. El panel de perla lentamente fue clareando como si se deshiciera a mi presencia.
Finalmente desapareció y pude ver en su interior una calle de oro con un lago de agua o cristal a un lado. Había una luz amarillenta llenándolo todo.
No encuentro palabras para describirlo tal como era.
No pude ver ninguna figura humana, pero de pronto tuve consciencia de una Persona.
En seguida supe que la luz era Jesús, la Persona era Jesús.
No tenía necesidad de moverme. La luz me invadía de manera inefable.
Daba la sensación de poseer el dulce calor que proporciona el sol en una tarde de invierno; mi cuerpo comenzó a reflejar esta luz.
Cada parte de mi persona absorbía luz.
Me sentí bañada por aquellos poderosos rayos luminosos, penetrantes, llenos de energía de amor.
El ángel me miró y me transmitió el pensamiento:
«¿Te gustaría entrar más adentro y quedarte con ellos?»
Deseé con todo mi ser entrar, sin embargo estaba indecisa. ¿Podía escoger y decidir?
Al momento recordé la voz de mi padre.
Tal vez sería mejor regresar y encontrarme con él.
«Me gustaría quedarme un poco más y continuar cantando para después regresar por la colina que hemos venido» fue mi respuesta final.
Traté de decir algo más, pero ya era demasiado tarde.
Las puertas lentamente se solidificaron de nuevo quedando hechas una sólida perla y nosotros comenzamos a descender por la colina.
Ahora la pared de piedras quedaba a mi izquierda y el ángel caminaba a mi derecha.
Entonces vi el sol levantarse de detrás del muro.
Esto me sorprendió porque el cielo estaba iluminado antes de que saliese y parecía como si el tiempo no existiera.
Fue una salida maravillosa.
El topacio y las demás piedras preciosas reflejaban la luz del astro rey.
Recuerdo perfectamente que la pared me hacia sombra a mi lado.
En mi camino colina abajo divisé Terre Haute al mismo tiempo que los mundos del espíritu iban desapareciendo en el espacio infinito.
En frente de mi estaban las torres de diferentes iglesias ofreciendo sus cúpulas al sol naciente.
Pude ver cuánto Dios ama a estas iglesias, Sus iglesias.
Esto me fue comunicado vía conocimiento, como si el Espíritu Santo me hablara desde mi interior.
Desde entonces también yo he aprendido a amar estas iglesias; todos mis prejuicios se desvanecieron.
Ahora puedo amar a todos los cristianos no importa la denominación a que pertenezcan.
A continuación vi las copas de los árboles, luego el hospital.
Mis ojos podían ver a través de sus paredes como si fueran rayos láser penetrando por la materia. Al final de la sala distinguí el número de mi habitación, el 336.
Vi la figura de un cuerpo sobre la cama con una sábana por encima.
En el descenso perdí velocidad y me paré al pie de la cama.
Los rayos del sol me daban en la cara.
Había partículas de polvo visibles por la luz.
Misteriosamente la luz se me cambió en unas letras, tenían unas dos pulgadas de altura y oscilaban como si de un anuncio luminoso se tratara.
Las letras parecían de marfil transparente dejando pasar los rayos de sol a través de ellas.
Ya me hallaba de vuelta al hospital ahora y las letras se extendían por toda la pared y las ventanas.
De alguna manera llenaban toda la habitación.
"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mi. aunque esté muerto, vivirá."
Eran tan vivas estas palabras que parecían tener pulsaciones. Quería tocarlas.
Para lograrlo levanté la sábana que cubría mi cara. En aquel instante la Palabra de Dios se transformó en vida para mi. El calor de aquellas letras vivas fluía por en medio de mis dedos y subía por los brazos. ¡Me senté en la camal!
Ningún hombre puede decir que me sanó.
El Señor Jesús me sanó con su palabra. (Salmo 107:20)
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Hacia unos días que el pastor Art me había leído esta parte de la Escritura de pie frente a mi cama.
La promesa se hizo realidad. La esperanza vino a ser un hecho.
Mi padre quedó pasmado mirándome como quien sufriera un shock traumático.
Me di cuenta de su presencia por un momento, porque todavía tenia mi atención centrada en aquella luz no terrenal que estaba en la habitación tratando de descubrir su origen.
Mis ojos se fijaron en la ventana.
Fuera podía verse una hermosa vista, el verde césped de los jardines del hospital.
Había estado demasiado enferma para disfrutarlo antes, demasiado absorta en los problemas de mi enfermedad para haberme dado cuenta de ello.
Entonces vi otra escena curiosa. Un hombre negro, estaba transportando un cajón de refrescos para el hospital en su hombro.
Nunca me habían gustado la gente negra.
Sin embargo ahora sentía que amaba a ese hombre.
Dios continuaba su obra de sanidad en mi.
Finalmente vi a mi padre de pie al lado de mi cama.
Todavía petrificado, demasiado sorprendido para decir algo, completamente inmovilizado para abrazarme, o para llorar de alegría.
Estaba como clavado en el suelo, como si se hubiera quedado mudo ante la majestuosidad de las maravillas de Dios ante sus ojos.
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Una visita a la eternidad
Betty Malz
Editorial Clie
1980
Paginas 84 al 94
RELATO BIBLICO
LIBRO DE APOCALIPSIS / capitulo 21
1. Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe más.
2 Y yo vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén que descendía del cielo de parte de Dios, preparada como una novia adornada para su esposo.
3 Oí una gran voz que procedía del trono diciendo: "He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
4 Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron."
5 El que estaba sentado en el trono dijo: "He aquí yo hago nuevas todas las cosas." Y dijo: "Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas."
6 Me dijo también: "¡Está hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré gratuitamente de la fuente de agua de vida.
7 El que venza heredará estas cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
8 Pero, para los cobardes e incrédulos, para los abominables y homicidas, para los fornicarios y hechiceros, para los idólatras y todos los mentirosos, su herencia será el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda."
9. Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y habló conmigo diciendo: "Ven acá. Yo te mostraré la novia, la esposa del Cordero."
10 Me llevó en el Espíritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, que descendía del cielo de parte de Dios.
11 Tenía la gloria de Dios, y su resplandor era semejante a la piedra más preciosa, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal.
12 Tenía un muro grande y alto. Tenía doce puertas, y a las puertas había doce ángeles, y nombres inscritos que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel.
13 Tres puertas daban al este, tres puertas al norte, tres puertas al sur y tres puertas al oeste.
14 El muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y sobre ellos los doce nombres de los apóstoles del Cordero.
15 El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
16 La ciudad está dispuesta en forma cuadrangular. Su largo es igual a su ancho. El midió la ciudad con la caña, y tenía 12.000 estadios. El largo, el ancho y el alto son iguales.
17 Midió su muro, 144 codos según medida de hombre, que es la del ángel.
18 El material del muro era jaspe, y la ciudad era de oro puro semejante al vidrio limpio.
19 Los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda,
20 el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista.
21 Las doce puertas eran doce perlas; cada puerta fue hecha de una sola perla. La plaza era de oro puro como vidrio transparente.
22 No vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella.
23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara.
24 Las naciones andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevan a ella su gloria.
25 Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
26 Y llevarán a ella la gloria y la honra de las naciones.
27 Jamás entrará en ella cosa impura o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
LIBRO DE APOCALIPSIS / capitulo 22
1. Después me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero.
2 En medio de la avenida de la ciudad, y a uno y otro lado del río, está el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones.
3 Ya no habrá más maldición. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le rendirán culto.
4 Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
5 No habrá más noche, ni tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol; porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
6. Me dijo además: "Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que tienen que suceder pronto.
7 ¡He aquí vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro."
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Guillermo Blanco 30-10-2011